dimarts, 7 de setembre del 2010

The Broken. Cuando nuestros fantasmas atraviesan el espejo.




Hemos trabajado bastante el tema del espejo, que siempre nos ofrece nuestro alter ego, nuestra imagen invertida. Pero también es el instrumento a través del cual el niño toma conciencia de su identidad; imagen especular pre-consciente y pre-lingüística que va a constituir su ego ideal erróneo (Lacan); el cine desarrolla la escoptofilia narcisista, al focalizar la atención en la forma humana (que ve en la pantalla) y mezclar la fascinación del parecido con el deseo de mirar. Laura Mulvey sostiene que la fascinación de mirar a la madre colisiona con el inicio de la autoconciencia, produciendo una relación de atracción/ repulsión entre imagen y autoimagen de gran rendimiento en el cine, por la similitud de la pantalla y el espejo.

Pero ¿a dónde queremos ir a parar ? The Broken de Sean Ellis nos propone un ejercicio contrario al de Alicia o el Dr. Parnasus, y, en una atmósfera de thriller, crea una terrible ficción. Espontáneamente los espejos comienzan a romperse y a través de ellos cruzan a este lado , ¿el real?, dobles de los personajes, que ya no son la respetable médico, el arquitecto, y otros representantes de la alta burguesía, que viven en pisos suntuosos, sino seres capaces de todas las atrocidades, entre las que se incluyen el asesinato simbólico del ser reflejado. Hay un imagen muy inquietante en la que la novia del hermano de la protagonista, Gina, es vista por su 'monstruo' desde el otro lado, como a través de una ventana.

Ya hemos visto que el hombre vive atormentado por estos monstruos particulares: el desamor (Gina no reconoce a su amante); la muerte (descubrimiento de su cadáver y el de su amante), la enfermedad ( la protagonista analiza una radiografía de unos pulmones afectados, que tira en la papelera, sin especificar a quien pertenece), la vejez, la pérdida del estatus...Es difícil llevar un argumento tan filosófico al cine; muchos han acusado a Ellis de hacer un film incomprensible y lento. Martin Jay afirma que la proliferación de imágenes determinada por la eclosión de medios electrónicos y la fascinación contemporánea por la imaginación y la mirada han determinado un cambio de paradigma en el imaginario cultural de nuestra época, produciéndose un desplazamiento del giro lingüístico al pictórico. Sólo a través de la semiótica y el feminismo se pueden analizar los cambios contemporáneos, según este especialista de la Escuela de Frankfurt.

Esta ficción es difícil de encajar en un mundo real, en el que los médicos intentan encontrar una explicación racional y lógica a las alucinaciones de los protagonistas; sólo al final Gina comprende quién es y por qué tienen recuerdos selectivos. Se queda satisfecha con su nueva personalidad, que aterra a su joven hermano. Giulia Colaizzi nos incita a resistir cualquier tentación mimética y referencial, a todo intento de entender el cine como copia de la realidad.

Podemos estar equivocados en nuestro análisis, pero no podemos olvidar que la diégesis se construye también con las experiencias del espectador, por lo que un film será interpretado según quien lo mira. Según Francisco Javier Gómez Tarín la mirada del espectador es otra que la mirada primigenia autoral, por lo que la apertura de la dirección de sentido del film enriquece el proceso interpretativo; hasta ahora la industria cinematográfica ha insistido en la impresión de realidad, herencia del Renacimiento y la perspectiva. En el ejercicio hermenéutico está el poder del espectador; su participación está ligada a la ausencia o una mínima presencia de sentido, que mediante cierto distanciamiento lo saque de su actitud pasiva, efecto que han buscado, buscan y buscarán muchos autores. Muy interesante.

Propuestas didácticas:

Te habrás dado cuenta ya de la trascendencia del espejo en el psicoanálisis y la semiótica. La pantalla cumple una función similar, y nos devuelve una imagen especular ideal, que desarrolla nuestra pulsión escópica, nuestro deseo de mirar a otros seres, con los que durante un buen rato nos identificamos, bien sea en la forma de nuestros más recónditos monstruos o bien de nuestros secretos deseos. No lo que somos, sino lo que en el fondo quisiéramos ser.


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