divendres, 19 de març del 2010

Ray Lawrence: Lantana (una defensa del matrimonio)


La Lantana, que da nombre a este film es un arbusto de origen sudamericano que crece libremente en Sidney (Australia); sus flores son eróticas y frágiles, pero las ramas interiores crecen en forma enredada y laberíntica y con espinas, lastimando a quien quiere adentrarse en su amasijo. Cuando aún está verde, sus flores son bellas, pero sus ramas son tóxicas. Esta planta es una metáfora del amor, y un Macguffin de la película, un indicio criminal, que nos hace pensar en un thriller que luego no será tal.

Para Carlos Boyero es un film inquietante sobre ese disparate llamado amor; Ángel Fernández Santos la ve como un filme intenso, envolvente y radical, en resumen muy buen cine. Los distribuidores la presentan como un thriller sobre el amor.

Su director, Ray Lawrence, nacido en el Reino Unido en 1948, emigró con sus padres a Australia cuando tenía 11 años, y en este país ha echado raíces. Su oficio fundamental es el de publicista, ( lo que se nota en el resultado de la cinta ) y sólo ha hecho tres películas, una de ellas la que hoy nos ocupa. Lantana obtuvo seis premios AFI (Australia Film Institut)




Se citan como características de este cineasta su control creativo, los planos realizados en una sola toma y el uso de luz natural. A mí me recordaba el peor Almodovar por esa saturación preciosista del color y la inmersión en la trama de música caliente cubana ( lugar de donde procede la planta) con las asociaciones consabidas, técnicas poco apropiadas para un thriller.En el caso del español nos agobia con la copla y el uso de personajes primarios como recipientes de las mayores pasiones; el australiano es más frío y distante y las cuñas cubanas suenan a turismo sexual anglosajón, con macho sudamericano incluido. No me ha gustado esa simbiosis sexo/Cuba ofensiva y turística.

Ha montado la trama sobre un juego de vidas cruzadas, personajes que se encuentran casualmente desconociendo la red común en la que están implicados. Son parejas con la crisis existencial de los cuarenta, con hijos adolescentes problemáticos (el hijo de Leon fuma hierba, siendo él policía), que quieren saciar la copa de una juventud que se les escapa, fuera de sus vidas convencionales y cotidianas, pero que luego generan tremendos complejos de culpa y arrepentimiento, sentimientos que "explosionarán" al final del filme con el duro policía llorando como un niño, no se sabe bien por qué (bueno, si lo sabemos, pero no es postizo).

Si queremos un ejemplo de organización patriarcal aquí lo tenemos. La "mala" de la historia es Jane (Rachel Blake), la mujer divorciada y que no tiene escrúpulos en romper una pareja , o el matrimonio joven, formado por Nick ( Vince Colosimo ) y su mujer, que se quieren, pero que tiene los roles cambiados: ella trabaja y él cuida de los niños y la casa. Esta vida "descarriada", en la que el hombre ya no es un productor, le hará sospechoso de asesinato. Una noche en que Valeri Summers (Bárbara Hershey) sufre un accidente sin consecuencias y él la recoge, al desviarse en un atajo para llevarla antes a su casa, ella se asusta, se tira del coche y se muere a consecuencia de una caída, quedando uno de sus zapatos en el coche del joven ( el infeliz había caido en una trampa del destino al elegir una carretera secundaria, sin controles de alcoholemia para llegar a su casa) . Esta sucesión de elecciones fortuitas unidas al hecho que las lantanas le producen arañazos, cuando intenta alcanzarla, sin conseguirlo, para no dejarla sola en la noche, le convierten en culpable.

La propia Valeri hace un alegato a favor del matrimonio en una conferencia: " Actualmente no sabemos qué sentir ante el grito confuso de la era moderna...¿En qué podemos creer? ¿En los padres? Para algunos privilegiados el hogar es un refugio, para la mayoría un campo de batalla. Pero amar es renunciar al poder, es una rendición mutua". Creo que no necesita muchas explicaciones. Esta mujer, a la que persigue un destino funesto (su hija había sido asesinada), ya no puede soportar los lamentos de los que están en la situación a que les aboca el cercano final de la juventud, implicándose emocionalmente en sus problemas sentimentales. Su marido, personaje encarnado por Geofrey Rush, le confiesa al policía Leon Zat que el amor no es suficiente para mantener una pareja y lo que sustentaba la suya era el dolor. Dolor tan insoportable que, cuando su mujer le llama desde la carretera, no coge el teléfono, aunque está en casa. La última imagen de este personaje es el prototipo del romanticismo, vuelto de espaldas, sólo y sin esperanzas frente al inmenso mar.

Si algo queda de la película es un inmenso remordimiento de los personajes que han sido infieles, y que gracias a este pecado han comprendido el gran amor que tenían a sus esposas. La única superficial, torpe y egoísta es Jane, la amante de León, que acaba su vida como la empieza: bailando con una copa de whisky en la mano; mientras el marido sufre sólo e ioncomprendido en la calle, dentro de su coche, esperando que la oveja vuelva al redil.

Los únicos momentos de tensión los protagoniza Nick, hasta que se demuestra su inocencia. Cuando lo detiene la policía, acusado por Jane, que le ha visto tirar el zapato de la mujer muerta, se evidencia ante las cámaras la maldad de la susodicha, que se ofrece a cuidar de los tres hijos pequeños de la pareja, que él le confía, sin saber que es la causa de su desgracia. Pero al final lo redime; la única irredenta es la adúltera y casquivana mujer.


Propuestas didácticas:

A pesar de la crítica que hemos hecho, Ray Lawrence no es tan zafio, y hace una defensa de la institución del matrimonio inteligente. Pero hay que estar atentos, pues en un momento en que la mujer acaba de conseguir, hace dos minutos, que se la respete como mujer divorciada y en que muchos hombres están cambiando sus roles y cuidando de sus hogares, no es positivo que metan miedo a la sociedad con estos castigos que el hado depara a los que se salen del buen camino, que es el de siempre.

Muchos alumnos son ya hijos de familias monoparentales, (de todas las clases sociales y de todas las ideologías ) y su situación en casa dependerá de la calidad de las relaciones que en ella se establezcan y no de este hecho. En familias convencionales existen los mismos problemas, como vemos en el hijo del policía, que consume drogas, en un hogar estructurado según la más pura ortodoxia.


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