diumenge, 20 de juny del 2010

Nöel Burch y el Modo de Representación Institucional (M.R.I.)


Santos Zunzunegui reconoce, en su prólogo a El tragaluz del infinito,(1987) que Nöel Burch invitó a su generación a Pensar el cine, primero a través de una serie de artículos, que posteriormente formarían su libro Praxis du Cinema, cuando apenas habían digerido la obra de André Bazin en Cahiers du Cinema. Si ya habían asimilado que el cine era un arte, ahora debían enfrentarse al hecho de que ese arte nacía como fruto de elecciones y exclusiones, de operaciones controlables y sistemáticas, que poco o nada tenían que ver con el soplo del genio, con el trabajo paciente de organización de todos y cada uno de los aspectos que terminaban haciendo del film un objeto de sentido. Por otro la actividad como cineasta de Burch, en el dificil terreno del film-ensayo, en sus realizaciones para la televisión francesa en la serie Cinéastes de Notre Temps (1966-1971) o La Lucerne du siècle (1985), suponían la prueba definitiva del rigor del método del autor a la hora de reescribir, como realizador cinematográfico, la historia del cine.

A este intento de reescribir la historia del cine responde El tragaluz del infinito, cuyo objetivo es levantarse contra esas Historias del cine construidas a base de generalizaciones abusivas, teleologías naturalistas y trivialidades banalizadas con un materialismo de andar por casa (Santos Zunzunegui). Su objetivo está implícito en la decisión de suprimir la expresión lenguaje cinematográfico por Modo de Representación Institucional, con el fin de ocuparse de la filogénesis del séptimo arte.

Nöel Burch
confiesa que su libro pretende ser la crítica de los discursos teóricos e históricos que tendían a naturalizar el sistema de representación "hollywoodiense" que sobre todo había servido para desinformar y adormecer a las masas populares. La primera meta de este libro era, por tanto, construir las bases históricas para prácticas contestatarias. La materia prima de su discurso la buscará en el cine primitivo, para demostrar que el lenguaje del cine no tiene nada de natural ni de eterno, que tiene su historia y que está producido por la Historia; quiere interrogar a la institución, es decir, al modo de representación que la caracteriza y contribuir a su desnaturalización.


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