dilluns, 7 de juny del 2010

Helen Thomas.Canto a la vejez


Siento una profunda reverencia y ternura por las mujeres y hombres que han conseguido la autoridad y el respeto de sus commilitones. Aunque no comparto los ideales de Cicerón, estoy de acuerdo con él en que, superada la llamada de la carne y la lucha competitiva por abrirse un camino en la vida, no hay cosa más agradable que una vejez dedicada al estudio y la contemplación. Esto es lo que sentí viendo a Fritz Lang en El desprecio de JLG. Por esta razón me parece muy triste que Helen Thomas, decana de los corresponsales de la Casa Blanca, de origen libanés, haya tenido que dimitir a los 89 años, e incluso se piense en quitar su nombre del sillón que ocupaba. Es posible que haya cometido un exceso verbal al expresar que los judío debían volver a Alemania o Polonia, pero algunos de ellos están cometiendo, con la connivencia internacional, crímenes semejantes a los que padecieron. Otra vez intelectuales y jóvenes de todo el mundo se vuelven a jugar la vida por alcanzar un poco de justicia.

Muchos cineastas e intelectuales del pueblo judío han sido y siguen siendo el norte en sus respectivas actividades; en la Roma Antigüa su cosmopolitismo les hizo acreedores del favor de cónsules y emperadores. Hoy están enturbiando este legado. Helen Thomas probablemente se ha pasado, pero no se le debe pagar con la misma moneda que se desprecia.




Por otro lado se da la paradoja de que en los momentos en que gobiernan los hombres más tolerantes se producen más desmadres; esto permitirá decir a algunos que con Bush no pasaba. Algo hacemos todos muy mal y la moraleja no es buena.

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