diumenge, 19 de setembre del 2010

Barry Levinson. Sleepers. El triángulo de la violencia y la dialéctica negativa.

Si yo tuviera que escoger un documento para ejemplificar el triángulo de la violencia de Johan Galtung, no dudaría un momento: seleccionaría Sleepers de Barry Levinson, adaptación de la novela de Lorenzo Carcaterra. Galtung y Susan George hablan de tres formas de violencia: violencia estructural, violencia cultural y violencia directa.



Estas formas de violencia son interdependientes y constituyen la base de la violencia de género; la violencia es lo contrario de la libertad, y el Miedo y el Desempoderamiento son sus consecuencias más importantes. El film de Levinson es de manual. Cuatro jóvenes viven en un barrio neoyorkino, Hell's Kitchen, multiracial y dirigido por la corrupción, en el que los niños pueden jugar libremente pues los mafiosos no intentan operar en sus calles; pero en este lugar imperan los conflictos imbricados en las estructuras sociales, cuyo resultado es la explotación, la discriminación y la marginación de personas y grupos, caldo de cultivo de la violencia de género en todas sus manifestaciones, que reina en el interior de los hogares y que deja sus huellas en los jóvenes que conviven con ella diariamente. Los hombres admiran a Lucky Luciano y hablan con fervor de él a sus hijos; sólo una niña convive con estos jóvenes.

Uno de ellos reflexiona sobre la revolución del 68 y el movimiento feminista de una manera que no plantea dudas de su conformidad con la dialéctica negativa defendida por los neomarxistas: " Jóvenes inconformistas hablaban de cómo iban a cambiar nuestras vidas ;mientras gritaban sus eslóganes mis amigos y yo asistíamos a los funerales de los jóvenes de Hell's Kitchen que regresaban de Vietnam. Escépticos mirábamos la cara de aquellos que estaban protegidos por el dinero y por una clase social media-alta. Un creciente ejército de feministas marchaba por el país exigiendo igualdad, mientras nuestras madres cocinaban y se ocupaban de hombres que las maltratan mental y físicamente. Para mí y para mis amigos esos avances no tenían peso, podían muy bien haber ocurrido en otro país o en otro siglo; nuestra atención estaba en otra parte: sentados con el padre Boby en la habitación de un hospital acompañábamos a John que se recuperaba de la punción de un pulmón, regalo de un novio de su madre demasiado efusivo," La violencia estructural está muy bien definida en esta secuencia; el padre Bobby es un cura, hijo del barrio, al que un gángster, encarnado por Vittorio Gasman, lo define como un hombre que hubiera sido un buen matón, si no se lo hubiera llevado 'la otra parte'.

Un día los niños cometen un tremendo error y le roban un carrito de 'perritos calientes' a un pobre hombre, sin pensar en que era su medio para mantener a sus hijos, aunque pensaban devolvérselo, se les desliza por las escaleras del metro y hiere de gravedad a un usuario, por lo que todos acaban en el reformatorio; allí continúa la violencia contra los niños desempoderados, a los que los guardias maltratan y violan reiteradamente. A uno negro lo matan.

Ya adultos, dos de ellos encuentran a uno de estos guardias en un restaurante, se vengan y lo asesinan; los otros dos, que arrastran su trauma, organizan su defensa: uno de ellos que llega a ser fiscal, acepta el caso con un propósito: juzgar a todo el reformatorio de Wikinson que no cumplió con su deber de velar por los niños bajo su custodia ( al dolor por las heridas unen la verguenza de confesarlo). Aquí entra en juego la violencia cultural, que apoya a los funcionarios frente a unos manguis de Hell's Kitchen; todo el barrio reacciona al unísono para ayudar a los jóvenes, y un tendero define a la justicia con palabras muy duras: La calle es lo único que importa; el tribunal es para los ejecutivos con dinero y abogado.s con tres apellidos. Si tienes pasta, puedes comprar el tribunal, pero en la calle la justicia no se puede comprar. Es ciega donde se sienta el juez, pero no lo es aquí afuera; aquí tiene ojos. Desgraciadamente muchas actuaciones de los tribunales han generado esta conciencia en el ciudadano, que se ve corroborada en el film, cuando tras reconocer un funcionario los abusos y violaciones, se borran sus declaraciones por una cuestión de procedimiento.

Así pues estos jóvenes han sufrido hasta el momento los tres tipos de violencia: una sociedad que les niega lo necesario para el desarrollo de sus potencialidades; una opinión manejada por los que dominan los aparatos ideológicos y orquestada para impedir que se haga justicia con los adolescentes. Pero al final ocurre algo sorprendente: ese cura hijo del barrio, Robert Carrillo (Robert de Niro) miente sobre la Biblia y les da una coartada a los acusados, para que por fín se haga justicia. Ellos habían matado a un asesino en un país donde está vigente la pena de muerte.

No obstante sólo se contempla la venganza, pues las condiciones económicas y sociales de estos dos jóvenes no cambian y morirán antes de cumplir treinta años víctimas de sus excesos y de la Ley de la calle, que también actuará contra el resto de los funcionarios implicados. Los otros dos alcanzarán la redención.

Es un dilema moral importante, que se mueve en arenas movedizas; la sociedad no encuentra la forma de castigar a los culpables cuando son poderosos y esta situación genera un ideología negativa de defensa de estos grupos marginados, para los que hasta ahora no se ha encontrado una solución. Restos de los que ya hemos hablado. No obstante la sociedad avanza, y los más maltratados hoy son menos y en menor medida que en el pasado., lo que en absoluto es suficiente. La justicia debe ser justa, porque los efectos secundarios son peligrosos; y ciega, pero porque no mira a quien juzga y no por mirar a otra parte.

En muchas zonas marginales se mira a los gansters como auténticos protectores.



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