José Saramago, el Último Mohicano, antes de partir al Olimpo de los Dioses, paraiso que domina la Memoria, nos ha dejado un nuevo tesoro como testamento, que servirá a tod@as, aunque no tengan la capacidad intelectual para comprenderlo.
¿De qué hablo ? De esa imagen, subliminal, sin palabras, que discretamente pasará al imaginario individual y colectivo de todos los hombres y mujeres del mundo (no olvidemos que es Premio Nobel, por lo que su muerte tiene una difusión internacional. Para eso sirven los premios ), que contradice el Modo de Representación Institucional : su féretro transportado por un número igual o mayor de mujeres que de hombres. La imagen de la mujer como ser que actúa, que tiene la fuerza suficiente para colaborar en el último homenaje de un ser querido, sin limitarse a mirar pasivamente, es un último regalo a la conciencia de los seres humanos, y una prueba de que la única revolución triunfante en el siglo XX sigue adelante con paso firme, por mucho que se le pongan palos en las ruedas. Jose de Sousa, alias Saramago, no se ha ido, vive en la memoria de los hombres, incluso de sus enemigos, que, aunque le atacaron en vida, le respetan en el momento decisivo del enfrentamiento a su desparición física.
Me viene al recuerdo una reflexión de Tarkovski ante el hecho irremediable de la muerte, monstruo que ha atormentado a los intelectuales que han reflexionado sobre la llegada de la Parca: La muerte no existe para mí. Una vez soñé que estaba muerto, sentía un gran alivio, ligereza y una gran libertad; esta sensación de libertad y ligereza me hicieron creer que estaba muerto, libre de todos los vínculos que me atan al mundo. Así que la muerte no existe para mí, solo existe el sufrimiento y el dolor. La gente a menudo confunde sufrimiento y muerte. Puede que piense de modo diferente cuando la tenga de cara.
Ante la pregunta de un estudiante sobre si creía que era inmortal, contestó: sí. Sabía que es precisamente la inmortalidad la compañera de los grandes hombres como Saramago.
¿De qué hablo ? De esa imagen, subliminal, sin palabras, que discretamente pasará al imaginario individual y colectivo de todos los hombres y mujeres del mundo (no olvidemos que es Premio Nobel, por lo que su muerte tiene una difusión internacional. Para eso sirven los premios ), que contradice el Modo de Representación Institucional : su féretro transportado por un número igual o mayor de mujeres que de hombres. La imagen de la mujer como ser que actúa, que tiene la fuerza suficiente para colaborar en el último homenaje de un ser querido, sin limitarse a mirar pasivamente, es un último regalo a la conciencia de los seres humanos, y una prueba de que la única revolución triunfante en el siglo XX sigue adelante con paso firme, por mucho que se le pongan palos en las ruedas. Jose de Sousa, alias Saramago, no se ha ido, vive en la memoria de los hombres, incluso de sus enemigos, que, aunque le atacaron en vida, le respetan en el momento decisivo del enfrentamiento a su desparición física.
Me viene al recuerdo una reflexión de Tarkovski ante el hecho irremediable de la muerte, monstruo que ha atormentado a los intelectuales que han reflexionado sobre la llegada de la Parca: La muerte no existe para mí. Una vez soñé que estaba muerto, sentía un gran alivio, ligereza y una gran libertad; esta sensación de libertad y ligereza me hicieron creer que estaba muerto, libre de todos los vínculos que me atan al mundo. Así que la muerte no existe para mí, solo existe el sufrimiento y el dolor. La gente a menudo confunde sufrimiento y muerte. Puede que piense de modo diferente cuando la tenga de cara.
Ante la pregunta de un estudiante sobre si creía que era inmortal, contestó: sí. Sabía que es precisamente la inmortalidad la compañera de los grandes hombres como Saramago.
In memoriam
Artemyev : la nostalgia, la lluvia en la habitación de un gran hombre, sencillo y decente al que admiro tanto como a Saramago. Sé que a él también le gustaría.
En Sacrificio (Tarkovski), el personaje principal planta un árbol con su hijo pequeño y le enseña que debe regarlo todos los días hasta que florezca. José Saramago sentía una profunda admiración por su abuelo, campesino que murió abrazado a un árbol; su voluntad es que parte de sus cenizas sean enterradas al pie de un olivo en Lanzarate, que lo acogió en los últimos años de su vida. ¿Florecerá?
El Diario Público lleva en su edición del sábado 19 de junio el último adiós de hombres que se han destacado en diferentes áreas de nuestra sociedad: Baltasar Garzón, Luis García Montero, Luis Sepúlveda, Carlos París, Gonçalo Tavares, José Luis Peixoto.
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