Carlos F.Heredero escribe un Editorial en Cahiers de Cinema, Esperando a Godard, en el que se felicita de que por fin, dos años después de que se estrenara en Cannes, llegue a los cines comerciales Two Lovers de James Gray, que se ha convertido en la oferta más interesante de las carteleras comerciales, que prolonga y enriquece el discurso de La noche es nuestra.
Para Carlos Losilla el planteamiento no es muy original, ya que "acude al territorio de la familia para desenredar sus temas, para explicar historias de personajes jóvenes e inestables que pierden su identidad en un proceso de maduración nunca suturado. Y todo ello, en fin, culmina en un cierto tono de tragedia que ha menudeado abundantemente en el cine americano desde sus inicios...". Además considera que el cine de Gray produce una extraña mezcla de ostentación y discrección que ha conseguido dejarlo practicamente sin público: conservador y predecible para algunos, pretencioso y pompier (arte bombero,concepción peyorativa para referirse al academicismo francés del siglo XIX) para otros . Sin embargo, concluye, nos reconocemos en el trabajo de Gray, porque él se reconoce en el de otros y nos lo hace saber.
La familia y los que nos rodean cotidianamente nos reconfortan, pero suponen también una cárcel que nos atrae y nos atrapa en sus redes y su regreso al redil supone una claudicación. No estamos de acuerdo, en parte, con este análisis, ya que lo que Gray plantea no puede ser sometido a los parámetros de una situación estandard o "normal". Parte del hecho de que el protagonista, interpretado por Joachim Phoenix, padece un serio trastorno bipolar, ocasionado por un fracaso existencial, (perfectamente representado por el actor), con intentos reiterados de suicidio, que provoca en el seno de la familia un desazón y una preocupación castrante de la vida "normal" (de que habla Godard) de cualquier persona; los "padres", "la familia" somos todos y Gray retrata de una manera muy precisa el infierno en el que caen una mujer y un hombre que, no sólo descienden su calidad de vida, que pasa a tener casi una única perspectiva: prevenir el más que previsible hundimiento de un ser, vigilado muy de cerca por sus padres para evitarlo. Pero este desgaste psicológico va acompañado de un deterioro económico de una familia, que renuncia, a edad madura, a una parte de su bienestar para garantizar, mediante un seguro de vida, la supervivencia de un hijo, en caso de que la naturaleza cumpliendo su destino pudiera presentarles a la Parca antes que al vástago. ¿Quién está en la cárcel?
Además el deterioro de la salud del hijo, Leonard Kraditor , va acompañado de una debilidad para abrirse un camino en el mundo laboral objetiva, papel que desempeña magníficamente Joachim Phoenix, que logra apretarte el corazón, hasta casi ahogarlo, todo el tiempo; choca la angustia vital de unos padres que, acobardados por el miedo, casi cada vez que su hijo sale de casa, no duermen hasta que comprueban que sí ha vuelto (no olvidemos que el filme comienza con un intento de suicidio), con la vitalidad del hijo, cuando enganchado de una vecina , Michelle Rausch (Gwyneth Paltrow), sale de fiesta por la noche, para toparse con la crueldad de la vida real unos instantes después. Ciertamente el nacimiento de un hijo, puede suponer la muerte de una madre o un padre, que, como dije al principio, somos potencialmente tod@s. La cámara se detiene en las aspiraciones humanas de la madre, Ruth Kraditor (Isabella Rosellini) cuando nos da detalles de unos libros sobre una mesa, películas, discos...Esta penetración psicológica de Gray parece que responde a una situación vivida, por él o por alguien muy cercano.
No somos conscientes, en el mundo multicolor que nos formamos interiormente, de que, como denunciaba un editorialista de L'Unitá, el empobrecimiento de las madres italianas es de tal magnitud, que sin la ayuda de las abuelas del país, la incorporación de la mujer al trabajo, se dificultaría mucho y la quiebra económica del país sería mucho mayor. En este contexto, la independencia de los jóvenes, su emancipación, es un lujo que sólo se pueden permitir los que tienen mayor solvencia económica, y, desde luego, respaldados por la familia. Somos todos unos pijos, que no hemos caido de la nube. Lo que sepera la independencia de los jóvenes de su permanencia en la cárcel familiar (para padres e hijos) es la tragedia, la violencia estructural, el desempoderamiento de la mayoría de los seres humanos, cada vez más alienados y alejados de los medios de producción. Esta separación es dramática cuando las nuevas tecnologías se han desarrollado tanto que, debidamente financiados, muchos jóvenes podrían competir con viejos standrs productivos, viejos y cansados, con total autonomía.
Lo que falla en este relato es el empeño de los padres de Sandra (Vinessa Shaw) en casar a su hija, de la que se dice constantemente que tiene muchos pretendientes, con un joven enfermo, con tendencias suicidas, lo que hace previsible un futuro de sacrificio e infelicidad. Para ello están dispuestos a invertir en el negocio de los padre de Leonard y garantizarle un futuro cómodo. Todo el tiempo estás pensando que esconden algo.
A mí me ha conmovido el personaje de la madre, interpretado por Isabella Rosellini, siempre atenta a los cambios en el estado de ánimo de un hijo, al que probablemente quiere más que a sí misma y cuya fragilidad le arranca toda la felicidad posible; su vigilia por las noches, la observación de su inmadurez e incapacidad para luchar con la vida. Aunque intenta mantener cierta dignidad en el cuidado de su físico y en que la vida, en la pequeña parcela que controla, transcurra con aparente normalidad e incluso con la pequeña alegría que pueda proporcionar una modesta fiesta con champagne y amigos. Pero su mirada siempre es vigilante, siempre se dirige al hijo, de tal manera que cuando él intenta escapar del ámbito familiar, ella sale a despedirle a la puerta para recordarle que, si algo sale mal, siempre tendrá un lugar en su casa. Desea creer en la capacidad de ser independiente de su hijo.
La aventura con Michelle es cruel; ella, una mujer drogodependiente, de buena familia, acostumbrada al glamour y amante de un ricacho, casado, que cobardemente la deja sola ante un aborto fortuito; él, débil, enfermo, sin recursos, quebradizo. Al final se impone el pragmatismo de una mujer, que lo toma como confidente e incluso alienta sus fantasías amorosas. Cierto que no es positivo un excesivo proteccionismo de los hijos, pero esto no es lo que plantea Gray. Parece que Leonard ya había sido independiente y son la enfermedad y el fracaso social los que le devuelven al hogar. En este debate desorientado y superficial sobre la economía en que nos estamos enrolando como auténticos expertos en materias en las que somos profundamente analfabetos, tendremos que plantearnos si no generamos expectativas irreales de independencia en unos jóvenes, que, como analiza el periódico italiano, no se encuentran en la extrema pobreza, en la choza, gracias al esfuerzo económico y humano, de renuncias vitales, de las familias, salvo que desde la izquierda a la derecha y por motivos espurios estemos defendiendo el lema de "cuanto peor, mejor". ¿Para quién?
Carlos Losilla ve en el personaje de Leonard una vacilación entre la vida y el ideal. Sigamos en esta línea. Angel Quintana cree que el personaje, que busca la felicidad con dos mujeres, se debate entre una que le promete una vida plácida basada en cierta monotonía existencial, de una cotidianeidad que apaga cualquier deseo, y otra que supone la nocturnidad, la tentación del riesgo, la transgresión de la moral. Cierto que la película llega con dos años de retraso, pero a los críticos les pediría una pequeña dosis de realidad; cuando la superestructura económica nos desempodera a todos, no se puede seguir con la incercia. Lo que esclaviza al hombre es la escasez de recursos económicos y no el deseo; esa escasez pesa sobre el espectador que, ve como, a pesar de trabajar en el pequeño negocio del padre (una tintorería) no puede volver a casa en taxi, ni pagarse una comida en un restaurante. ¿Quién quiere ésto ?. Vive como un niño-adulto.
La familia y los que nos rodean cotidianamente nos reconfortan, pero suponen también una cárcel que nos atrae y nos atrapa en sus redes y su regreso al redil supone una claudicación. No estamos de acuerdo, en parte, con este análisis, ya que lo que Gray plantea no puede ser sometido a los parámetros de una situación estandard o "normal". Parte del hecho de que el protagonista, interpretado por Joachim Phoenix, padece un serio trastorno bipolar, ocasionado por un fracaso existencial, (perfectamente representado por el actor), con intentos reiterados de suicidio, que provoca en el seno de la familia un desazón y una preocupación castrante de la vida "normal" (de que habla Godard) de cualquier persona; los "padres", "la familia" somos todos y Gray retrata de una manera muy precisa el infierno en el que caen una mujer y un hombre que, no sólo descienden su calidad de vida, que pasa a tener casi una única perspectiva: prevenir el más que previsible hundimiento de un ser, vigilado muy de cerca por sus padres para evitarlo. Pero este desgaste psicológico va acompañado de un deterioro económico de una familia, que renuncia, a edad madura, a una parte de su bienestar para garantizar, mediante un seguro de vida, la supervivencia de un hijo, en caso de que la naturaleza cumpliendo su destino pudiera presentarles a la Parca antes que al vástago. ¿Quién está en la cárcel?
Además el deterioro de la salud del hijo, Leonard Kraditor , va acompañado de una debilidad para abrirse un camino en el mundo laboral objetiva, papel que desempeña magníficamente Joachim Phoenix, que logra apretarte el corazón, hasta casi ahogarlo, todo el tiempo; choca la angustia vital de unos padres que, acobardados por el miedo, casi cada vez que su hijo sale de casa, no duermen hasta que comprueban que sí ha vuelto (no olvidemos que el filme comienza con un intento de suicidio), con la vitalidad del hijo, cuando enganchado de una vecina , Michelle Rausch (Gwyneth Paltrow), sale de fiesta por la noche, para toparse con la crueldad de la vida real unos instantes después. Ciertamente el nacimiento de un hijo, puede suponer la muerte de una madre o un padre, que, como dije al principio, somos potencialmente tod@s. La cámara se detiene en las aspiraciones humanas de la madre, Ruth Kraditor (Isabella Rosellini) cuando nos da detalles de unos libros sobre una mesa, películas, discos...Esta penetración psicológica de Gray parece que responde a una situación vivida, por él o por alguien muy cercano.
No somos conscientes, en el mundo multicolor que nos formamos interiormente, de que, como denunciaba un editorialista de L'Unitá, el empobrecimiento de las madres italianas es de tal magnitud, que sin la ayuda de las abuelas del país, la incorporación de la mujer al trabajo, se dificultaría mucho y la quiebra económica del país sería mucho mayor. En este contexto, la independencia de los jóvenes, su emancipación, es un lujo que sólo se pueden permitir los que tienen mayor solvencia económica, y, desde luego, respaldados por la familia. Somos todos unos pijos, que no hemos caido de la nube. Lo que sepera la independencia de los jóvenes de su permanencia en la cárcel familiar (para padres e hijos) es la tragedia, la violencia estructural, el desempoderamiento de la mayoría de los seres humanos, cada vez más alienados y alejados de los medios de producción. Esta separación es dramática cuando las nuevas tecnologías se han desarrollado tanto que, debidamente financiados, muchos jóvenes podrían competir con viejos standrs productivos, viejos y cansados, con total autonomía.
Lo que falla en este relato es el empeño de los padres de Sandra (Vinessa Shaw) en casar a su hija, de la que se dice constantemente que tiene muchos pretendientes, con un joven enfermo, con tendencias suicidas, lo que hace previsible un futuro de sacrificio e infelicidad. Para ello están dispuestos a invertir en el negocio de los padre de Leonard y garantizarle un futuro cómodo. Todo el tiempo estás pensando que esconden algo.
A mí me ha conmovido el personaje de la madre, interpretado por Isabella Rosellini, siempre atenta a los cambios en el estado de ánimo de un hijo, al que probablemente quiere más que a sí misma y cuya fragilidad le arranca toda la felicidad posible; su vigilia por las noches, la observación de su inmadurez e incapacidad para luchar con la vida. Aunque intenta mantener cierta dignidad en el cuidado de su físico y en que la vida, en la pequeña parcela que controla, transcurra con aparente normalidad e incluso con la pequeña alegría que pueda proporcionar una modesta fiesta con champagne y amigos. Pero su mirada siempre es vigilante, siempre se dirige al hijo, de tal manera que cuando él intenta escapar del ámbito familiar, ella sale a despedirle a la puerta para recordarle que, si algo sale mal, siempre tendrá un lugar en su casa. Desea creer en la capacidad de ser independiente de su hijo.
La aventura con Michelle es cruel; ella, una mujer drogodependiente, de buena familia, acostumbrada al glamour y amante de un ricacho, casado, que cobardemente la deja sola ante un aborto fortuito; él, débil, enfermo, sin recursos, quebradizo. Al final se impone el pragmatismo de una mujer, que lo toma como confidente e incluso alienta sus fantasías amorosas. Cierto que no es positivo un excesivo proteccionismo de los hijos, pero esto no es lo que plantea Gray. Parece que Leonard ya había sido independiente y son la enfermedad y el fracaso social los que le devuelven al hogar. En este debate desorientado y superficial sobre la economía en que nos estamos enrolando como auténticos expertos en materias en las que somos profundamente analfabetos, tendremos que plantearnos si no generamos expectativas irreales de independencia en unos jóvenes, que, como analiza el periódico italiano, no se encuentran en la extrema pobreza, en la choza, gracias al esfuerzo económico y humano, de renuncias vitales, de las familias, salvo que desde la izquierda a la derecha y por motivos espurios estemos defendiendo el lema de "cuanto peor, mejor". ¿Para quién?
Carlos Losilla ve en el personaje de Leonard una vacilación entre la vida y el ideal. Sigamos en esta línea. Angel Quintana cree que el personaje, que busca la felicidad con dos mujeres, se debate entre una que le promete una vida plácida basada en cierta monotonía existencial, de una cotidianeidad que apaga cualquier deseo, y otra que supone la nocturnidad, la tentación del riesgo, la transgresión de la moral. Cierto que la película llega con dos años de retraso, pero a los críticos les pediría una pequeña dosis de realidad; cuando la superestructura económica nos desempodera a todos, no se puede seguir con la incercia. Lo que esclaviza al hombre es la escasez de recursos económicos y no el deseo; esa escasez pesa sobre el espectador que, ve como, a pesar de trabajar en el pequeño negocio del padre (una tintorería) no puede volver a casa en taxi, ni pagarse una comida en un restaurante. ¿Quién quiere ésto ?. Vive como un niño-adulto.
Carlos F.Heredero, en Dicotomías formales, con un planteamiento muy idealista, afirma que Gray hace una radiografía de las redes familiares y del tejido comunal con raíces étnicas, así como el tema biblíco del hijo pródigo que regresa al útero familiar para recomponer, finalmente, el orden que amenaza con subvertir el relato. El protagonista se mueve entre dos alternativas que no son sólo amorosas, sino que expresan dos proyectos vitales diferentes: uno de vida sofisticada, más relacionada con el arte y con el imaginario creativo y otra de perfiles familiares, inmersa en el orden cotidiano de la tradición artesanal. Pero la solución le viene impuesta y el único refugio salvador es la familia.
También le critica la puresta en forma, ya que los encuentros de "Leonard con la morena y familiar Sandra tienen lugar siempre en el interior de la casa, e incluso de su propia habitación (el ámbito de lo cotidiano y terrenal). Sus vínculos más estrechos con la rubia y etérea Michelle se anudan en la azotea del edificio, es dedcir, en las alturas de lo incansable y de lo soñado. De igual manera manera que Gray reúne siempre a Leonard y Sandra dentro del mismo espacio, mientras que separa a Leonard y Michelle en el plano y contraplano distantes ( la de ella, siempre más arriba), cuya separación expresa de nuevo la imposible conjunción entre ambos."
Heredero concluye que, si su creador hubiese sido un poco más fordiano, tendría que haber dejado suicidarse a su protagonista, pero "prefiere salvarlo, aunque sea volviendo a dejarle prisionero en la confortable cárcel tradicional de las tradiciones familiares que le vienen impuestas". En una ficción idealista bien construida y de carácter más épico-romántico estaría de acuerdo con Heredero, pero partimos de un hecho que Gray nos presenta, mientras desconocemos la realidad de la que parte la historia, su extradiégesis; no es un hecho universal que todos los hombres tengan un síndrome bipolar ( ¿antes de emanciparse para casarse, o después ?), que poco tiene que ver con las tendencias suicidas, ni su comportamiento torpe y casi infantil. En estas condiciones no se puede garantizar que su vida acabe de esta manera, como sabe la "familiar" Sandra, aunque permanezca en el útero materno. La huida con Michelle, tal como la plantea Gray, no es hacia un mundo creativo, ni apasionado, sino simplemente el horizonte patético de dos seres enfermos y desvalidos, una colgada de las drogas , acostumbrada al glamour y enamorada de otro, y Leonard sometido a tratamiento médico, sin otra salida que el suicidio.
Si Gray quería decir otra cosa, en eso sí estaríamos de acuerdo, lo ha hecho muy mal. Por esta razón creo que lo único que ha reflejado bien es la aungustia de unos seres humanos (= padres), que en el ocaso de sus vidas conocen muy bien lo que es el infierno sin haber muerto, y que deben seguir trabajando y destinando parte de sus ralos beneficios a garantizar cierta comodidad a su hijo. Esto si es real.
También le critica la puresta en forma, ya que los encuentros de "Leonard con la morena y familiar Sandra tienen lugar siempre en el interior de la casa, e incluso de su propia habitación (el ámbito de lo cotidiano y terrenal). Sus vínculos más estrechos con la rubia y etérea Michelle se anudan en la azotea del edificio, es dedcir, en las alturas de lo incansable y de lo soñado. De igual manera manera que Gray reúne siempre a Leonard y Sandra dentro del mismo espacio, mientras que separa a Leonard y Michelle en el plano y contraplano distantes ( la de ella, siempre más arriba), cuya separación expresa de nuevo la imposible conjunción entre ambos."
Heredero concluye que, si su creador hubiese sido un poco más fordiano, tendría que haber dejado suicidarse a su protagonista, pero "prefiere salvarlo, aunque sea volviendo a dejarle prisionero en la confortable cárcel tradicional de las tradiciones familiares que le vienen impuestas". En una ficción idealista bien construida y de carácter más épico-romántico estaría de acuerdo con Heredero, pero partimos de un hecho que Gray nos presenta, mientras desconocemos la realidad de la que parte la historia, su extradiégesis; no es un hecho universal que todos los hombres tengan un síndrome bipolar ( ¿antes de emanciparse para casarse, o después ?), que poco tiene que ver con las tendencias suicidas, ni su comportamiento torpe y casi infantil. En estas condiciones no se puede garantizar que su vida acabe de esta manera, como sabe la "familiar" Sandra, aunque permanezca en el útero materno. La huida con Michelle, tal como la plantea Gray, no es hacia un mundo creativo, ni apasionado, sino simplemente el horizonte patético de dos seres enfermos y desvalidos, una colgada de las drogas , acostumbrada al glamour y enamorada de otro, y Leonard sometido a tratamiento médico, sin otra salida que el suicidio.
Si Gray quería decir otra cosa, en eso sí estaríamos de acuerdo, lo ha hecho muy mal. Por esta razón creo que lo único que ha reflejado bien es la aungustia de unos seres humanos (= padres), que en el ocaso de sus vidas conocen muy bien lo que es el infierno sin haber muerto, y que deben seguir trabajando y destinando parte de sus ralos beneficios a garantizar cierta comodidad a su hijo. Esto si es real.
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