dissabte, 22 de maig del 2010

Andrei Tarkovsky. Andrei Rublev



Aunque ya he manifestado en reiteradas ocasiones mi admiración por Andrei Tarkovsky, Andrei Rublev es una cinta a través de la cual revives los tiempos de lectura de Tolstoi, y ves reflejada como en un espejo formas de hacer, más o menos ortodoxas, de los grandes maestros del cine como Bergman o incluso Ford. Esos planos fijos, largos, que permiten situar la acción en sus contexto preciso; esos planos de detalle que nos muestran a animales y árboles como víctimas de la ruindad humana, bien cuando los muestra cayendo por escalera (preciosa imagen de un caballo ), retozando, o deslizándose entre los cadáveres, y en ocasiones fragmentados (colas de caballo) ; esas raíces que si tiras de ellas te conducen a árboles centenarios; o los cuerpos desnudos de hombres y mujeres, sin ropa que los oculte, formando parte del paisaje. Imágenes telúricas que lo integran todo, como en una visión del futuro.

Las dificultades que tuvo en su pais son las derivadas de un poder firmemente asentado que ve peligros para su estabilidad en cualquier expresión; pero en Occidente, las viejas democracias están dando también muestras de anquilosamiento y cansancio. Sólo basta ver Roma de Fellini con la plaza de España romana llena de hippies en la década de los sesenta, medio desnudos, y visitarla en 2010, en la que ante cualquier canto de jóvenes mostrando su alegría se produce una intervención de los carabinieri para reprimirla y devolver el orden. Falta quien haga un análisis como el de Tarkovsky en nuestra sociedad.

Andrei Rublev es un biopic ( muchos críticos no la llamarían así, por la falta de datos sobre el personaje histórico ) de un monje-pintor de principios del siglo XV, que recibió el encargo de pintar los frescos de la Catedral de la Asunción de Moscú. El filme está dividido en capítulos, en los que siempre está Andrei, aunque no como protagonista. El viaje desde su convento de origen a Moscú le permite conocer la miseria y los ultrajes de que es objeto el pueblo ruso; en un enfrentamiento dialéctico con otro pintor, Estefan "el Griego", se manifiesta a favor del amor a la humanidad, frente al viejo que clama contra la ignorancia de la gente, origen de todos los males. Esta cuestión sigue haciendo correr ríos de tinta.

Más tarde descubrirá trágicamente que el griego tenía razón, que el hombre soporta todas las humillaciones y agravios; que la religión que él predica margina a las mujeres y les obliga a cubrirse la cabeza como signo de sumisión, mientras que el hombre, hecho a semejanza de Dios , debe llevarla descubierta y no dejar crecer sus cabellos; que el patriotismo es una gran mentira, pues los poderosos de cualquier nación se unen para masacrar y desangrar a los pobres (uso de tropas tártaras en la lucha por el poder de dos hermanos).Pero también siente el deseo carnal por una joven, llegando a matar a un ruso para evitar su violación. Es entonces cuando se plantea definitivamente ( ya lleavaba meses reflexionando, sin trabajar ) la función del arte en un mundo que no deja espacio a la creatividad y que le ha arrebatado la fuerza moral para amenazar a sus fieles con un Juicio Final, que se considera indigno de pintar. A esta decisión suma otra: no hablar más, pues no tiene nada que comunicar con los hombres que le han defraudado profundamente. Da comienzo a un exilio interior, practicado por muchos intelectuales en los tiempos de la sinrazón.

Pasan los años y mantiene su actitud, hasta que un joven del lugar, en el que han muerto todos al cerrarse el ciclo de la muerte con la peste, se ofrece a forjar una campana, al ser el único depositario de los secretos del forjado, confesados por su padre en el lecho de muerte, lo que nos sitúa en el contexto de los gremios medievales y las logias masónicas antiguas (mito de Hiram ). Esto no es así y se arriesga creyendo que no va a sonar, pero sí lo hace, y el joven sufre una crisis de inconformismo. Andrei lo abraza, lo consuela y le dice que ambos van a trabajar para hacer sonreir a la gente, que no lo merece, uno haciendo campanas y el otro pintando.

Muchos han visto una metáfora de la fe en la construcción de la campana; yo veo una gran dosis de realismo. La vida es así; la gente no sólo es incapaz de defender su derecho a vivir la vida como un ser humano, sino que además es ignorante y manipulable, pero el artista sigue creando, el filósofo pensando, el músico componiendo...¿derrotismo?. No realismo puro y duro.

Así pues, creo que además de una reflexión sobre la función social del artista, lo es sobre la incapacidad de las masas de escapar del destino y las trampas que les tienden los poderosos, y del triste final de no vencer nunca, de no mejorar, sino de ser conscientes de que las cosas sólo cambian, a veces para peor, y de que el hombre , por muy intelectual que sea, tiene que acabar cediendo ante la realidad. No es cierto que el hombre no avance, pero lo hace tan lentamente que las generaciones protagonistas de los cambios apenas los perciben.

¿Crisis de fe ?. Si, pero vuelta a la situación anterior a su proceso de maduración intelectual, no. Ante el hecho indiscutible de la muerte el hombre siempre se ha negado a desaparecer por completo, pero tras las revoluciones de finales del siglo XIX y de principios del XX, muchos cambiaron la perspectiva y se mostraron críticos con la pasividad de las instituciones religiosas ante las masacres de los pueblos y el genocidio. Vista la película desde la perspectiva actual, si bien Bergman , Dreyer o Fellini, se preguntaron por la muerte, la existencia de Dios, la creatividad, etc. , Tarkovsky nos remite a Tolstoi y el ambiente prerevolucionario ruso, en el que muchos hombres perdieron la fe. En algunos aspectos Tarkovsky sigue siendo muy actual.

La película está filmada en blanco y negro, de una calidad fotográfica y lumínica extraordinaria, pero lo que más impresiona es el montaje y la edición , propia de los mejores creadores de la época. El ritmo permite una reflexión profunda sobre todos aquellos temas que han preocupado, preocupan y preocuparan al hombre, vistos por un hombre que vivió la Rusia socialista y padeció sus contradicciones, aunque este viaje le permitió ver las cosas desde una perspectiva diferente e incombustible al paso de los tiempos. Termina con un pequeño documental sobre las obras del Andrei Rublev real.





Si hoy escribimos sobre Andrei Rublev es porque creemos que esta obra da respuesta a muchos interrogantes que se plantean hoy en los medios de comunicación, moderados por directores de tertulias muy mediocres o muy mediatizados por sus intereses. Volver a reflexiones intelectuales como las de Tarkpvsky es refrescante y en cierta medida esperanzador.

Queremos que nuestros jóvenes conozcan los pilares sobre los que se asienta la producción de imágenes que integran en gran medida el mundo en el que han nacido y de este modo comprenderán mejor muchas obras de las que disfrutan hoy.

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