La verdad, he de confesar que la crítica de Carlos F.Heredero sobre La red social me ha decepcionado un poco, y lamento decirlo porque les sigo constantemente. Ha cometido el mismo pecado que atribuye a Fincher: un buen título y una buena conclusión, el resto un poco mareado. Y es que estamos en el centro de una revolución tecnológica que lo va a cambiar todo, eso es indudable, pero que entretanto está produciendo millonarios estrafalarios como Zuckerberg que van a negociar con grandes financieros en pijama y zapatillas; el dinero lo vamos a poner los 500 millones de usuarios.¡ Y luego dicen que el pescado es caro !
En plena guerra entre la red y las industrias cinematográfica y discográfica todo el mundo ha tomado posiciones, pero la verdad es que hay pocos creadores de contenidos que se atreverían a ir, como este niñato de Harvard, a una entrevista con semejante indumentaria. Tampoco lo haría el que fuera a buscar trabajo de albañil, agente comercial, médico o abogado.
Tras hacerse una serie de preguntas conducentes a clasificar el film en un género determinado, concluye afirmando que es un producto fílmico y narrativo de difícil catalogación disfrazado de película clásica. Claro que el personaje es demasiado joven para tener un biografía abultada y si bien es cierto que hay pocos ordenadores, me horrorizo pensando en una película de jóvenes lanzándose mensajes por Facebook. En caso de ponerle alguna etiqueta sería la de la radiografía de un fenómeno social con un rostro determinado.
Como ha sido usual hasta el momento, cuando nos movemos en el terreno del poder de cualquier clase, el protagonista no es un outsider, sino que como afirma Heredero actúa desde el mismo corazón del establishment (Universidad de Harvard primero y Silicon Valley después ). Los que estamos en contacto con adolescentes y tenemos encomendada la misión de educarles les transmitimos siempre este mensaje: mientras no adquieran la suficiente formación siempre estarán bajo la bota de los Zuckerberg del mundo.
Me parece exagerado hablar de metacinematografía y de la necesidad de unir fragmentos inconexos, puntos de vista contrapuestos, personalidades extremas...Esto es la red. La fragmentación del discurso llevada ad infinitum; el mensaje corto en el que cada cual intenta dar una imagen creada de sí mismo; el triunfo de lo extremo y el frikismo, en el que muchos dan y unos pocos reciben. El tablero en el que todos nos vemos obligados a jugar, el puzle en el que se entremezcla la innovación y la chabacanería, y en el que es difícil abrirse paso para encontrar un discurso coherente.
La lucha entre la creación y la ortodoxia, el potencial de la innovación y los impulsos destructivos que la acompañan, la batalla por el éxito a cualquier precio, la traición de la amistad y la emoción enfermiza que se esconde bajo la genialidad, son guerras que se producen en el Olimpo de los privilegiados, dotados de una altanera arrogancia upper-class (¿ por qué no decir arrogancia de la clase alta ?). Me parece exagerado la evocación de Rosebud, Ciudadano Cane o la tragedia shakesperiana que supone alcanzar el poder mediático en medio de un devastador poder emocional. En lo que sí estoy de acuerdo es en que refleja el tiempo en que vivimos de manera elegante y compleja.
Si el discurso televisivo arrancó elaborados y sesudos debates sobre la fragmentación del lenguaje audiovisual, a la que se unía la que producía el espectador con un zapeo continuo, el desarrollo de internet y sus redes sociales, Youtube, etc. ha llevado la práctica al paroxismo. Hoy se imponen filmes de 1 a 3 minutos, cuya complejidad discursiva es fácil de imaginar, e incluso en algunas Universidades europeas se exigen este tipo de formatos que obligan a sus alumnos a hacer breves esquemas que reflejen sus potencialidades expresivas.
A mí, como profesora que intenta hacer llegar el mensaje a sus alumnos de que hay que hacer algo productivo, me parece un buen 'biopic' social de lo que está pasando; se hiela la sangre en las venas cuando ves a un personaje arrogante,soberbio,que desprecia a los que no son de los 'suyos', e incluso a estos, que ha acumulado 6.900 millones de excedente del trabajo de los progenitores de jóvenes, bastante preocupados por cierto, que consumen su tiempo lanzándose mensajes breves, contrapuestos, inconexos... y a los que obligamos a venir a clase vestidos con un mínimo de dignidad. Si queremos hablar de metalenguaje cinematográfico, creo que Fincher advierte desde el principio que lo que va a hacer no es un apología triunfalista de un 'genio', que a una corta edad ha sido capaz de hacer el negocio más grandes hasta ahora conocido. Así será mientras la masa siga adormecida en su dolce farniente. Como ha sido siempre: para que haya un listo ha de haber 500 millones de...(cada cual que ponga el apelativo).
No se me escapa que entre esa masa hay muchos intentando meter productos de calidad. Ahí está la labor de los críticos:¡A navegar por la red y descubrir nuevos cerebros desempoderados! Como afirma Umberto Eco la diferencia que hay entre los integrados y los apocalípticos de hoy es que éstos últimos también pagan la red y la cuestionan pero desde dentro.
David Fincher ha abierto un buen melón y no nos queda más remedio que entrar a debatir. ¿Son Hollywood y los Festivales de Cine de Venecia, Berlín, Cannes o Sundance un antigualla ? ¿Acabaremos viendo todos un montón de películas de tres minutos en una tarde ? ¿Qué hace Zuckerberg con el dinero que gana ? ¿Está todo el día navegando por la red social ? ¿Va al cine ortodoxo? ¿Va a fiestas y restaurantes 'reales' con sus amigos también 'reales' ? ¿Está inventando nuevos sistemas más rápidos todavía ?
En plena guerra entre la red y las industrias cinematográfica y discográfica todo el mundo ha tomado posiciones, pero la verdad es que hay pocos creadores de contenidos que se atreverían a ir, como este niñato de Harvard, a una entrevista con semejante indumentaria. Tampoco lo haría el que fuera a buscar trabajo de albañil, agente comercial, médico o abogado.
Tras hacerse una serie de preguntas conducentes a clasificar el film en un género determinado, concluye afirmando que es un producto fílmico y narrativo de difícil catalogación disfrazado de película clásica. Claro que el personaje es demasiado joven para tener un biografía abultada y si bien es cierto que hay pocos ordenadores, me horrorizo pensando en una película de jóvenes lanzándose mensajes por Facebook. En caso de ponerle alguna etiqueta sería la de la radiografía de un fenómeno social con un rostro determinado.
Como ha sido usual hasta el momento, cuando nos movemos en el terreno del poder de cualquier clase, el protagonista no es un outsider, sino que como afirma Heredero actúa desde el mismo corazón del establishment (Universidad de Harvard primero y Silicon Valley después ). Los que estamos en contacto con adolescentes y tenemos encomendada la misión de educarles les transmitimos siempre este mensaje: mientras no adquieran la suficiente formación siempre estarán bajo la bota de los Zuckerberg del mundo.
Me parece exagerado hablar de metacinematografía y de la necesidad de unir fragmentos inconexos, puntos de vista contrapuestos, personalidades extremas...Esto es la red. La fragmentación del discurso llevada ad infinitum; el mensaje corto en el que cada cual intenta dar una imagen creada de sí mismo; el triunfo de lo extremo y el frikismo, en el que muchos dan y unos pocos reciben. El tablero en el que todos nos vemos obligados a jugar, el puzle en el que se entremezcla la innovación y la chabacanería, y en el que es difícil abrirse paso para encontrar un discurso coherente.
La lucha entre la creación y la ortodoxia, el potencial de la innovación y los impulsos destructivos que la acompañan, la batalla por el éxito a cualquier precio, la traición de la amistad y la emoción enfermiza que se esconde bajo la genialidad, son guerras que se producen en el Olimpo de los privilegiados, dotados de una altanera arrogancia upper-class (¿ por qué no decir arrogancia de la clase alta ?). Me parece exagerado la evocación de Rosebud, Ciudadano Cane o la tragedia shakesperiana que supone alcanzar el poder mediático en medio de un devastador poder emocional. En lo que sí estoy de acuerdo es en que refleja el tiempo en que vivimos de manera elegante y compleja.
Si el discurso televisivo arrancó elaborados y sesudos debates sobre la fragmentación del lenguaje audiovisual, a la que se unía la que producía el espectador con un zapeo continuo, el desarrollo de internet y sus redes sociales, Youtube, etc. ha llevado la práctica al paroxismo. Hoy se imponen filmes de 1 a 3 minutos, cuya complejidad discursiva es fácil de imaginar, e incluso en algunas Universidades europeas se exigen este tipo de formatos que obligan a sus alumnos a hacer breves esquemas que reflejen sus potencialidades expresivas.
A mí, como profesora que intenta hacer llegar el mensaje a sus alumnos de que hay que hacer algo productivo, me parece un buen 'biopic' social de lo que está pasando; se hiela la sangre en las venas cuando ves a un personaje arrogante,soberbio,que desprecia a los que no son de los 'suyos', e incluso a estos, que ha acumulado 6.900 millones de excedente del trabajo de los progenitores de jóvenes, bastante preocupados por cierto, que consumen su tiempo lanzándose mensajes breves, contrapuestos, inconexos... y a los que obligamos a venir a clase vestidos con un mínimo de dignidad. Si queremos hablar de metalenguaje cinematográfico, creo que Fincher advierte desde el principio que lo que va a hacer no es un apología triunfalista de un 'genio', que a una corta edad ha sido capaz de hacer el negocio más grandes hasta ahora conocido. Así será mientras la masa siga adormecida en su dolce farniente. Como ha sido siempre: para que haya un listo ha de haber 500 millones de...(cada cual que ponga el apelativo).
No se me escapa que entre esa masa hay muchos intentando meter productos de calidad. Ahí está la labor de los críticos:¡A navegar por la red y descubrir nuevos cerebros desempoderados! Como afirma Umberto Eco la diferencia que hay entre los integrados y los apocalípticos de hoy es que éstos últimos también pagan la red y la cuestionan pero desde dentro.
David Fincher ha abierto un buen melón y no nos queda más remedio que entrar a debatir. ¿Son Hollywood y los Festivales de Cine de Venecia, Berlín, Cannes o Sundance un antigualla ? ¿Acabaremos viendo todos un montón de películas de tres minutos en una tarde ? ¿Qué hace Zuckerberg con el dinero que gana ? ¿Está todo el día navegando por la red social ? ¿Va al cine ortodoxo? ¿Va a fiestas y restaurantes 'reales' con sus amigos también 'reales' ? ¿Está inventando nuevos sistemas más rápidos todavía ?
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