En el ambiente moral pútrido que siguió a la Guerra Civil, Agustí Villaronga sitúa una historia que prueba su aserto: Si alguien se tira en un charco de mierda salpica a todos. La podredumbre espiritual fue tan profunda que extiende sus raíces hasta el día de hoy; sólo hace falta, para comprobarlo, encender la televisión y ver a unos personajes de la España profunda, que sólo se diferencian de los del director catalán en el color de los trajes, el alisamiento de las paredes, las sillas y muebles de plástico, tan artificiales como el séquito de la Reina Roja del cuento de Lewis Carroll. Éstos de ahora exhiben sin vergüenza sus bajos instintos y entronan y derrocan princesas del pueblo, de acuerdo con sus niveles de audiencia. No pagan sicarios, exhiben, en un tono nada normalizado, sus instintos sexuales, como si éstos fueran pecados 'mortales' y ellos graciosos transgresores de tres al cuarto, a los que todo está permitido, quién sabe por qué. Todo esto con el trasfondo musical de Juanito Valderrama, Rocío Jurado, la Pantoja o Bisbal.
Las mujeres de Villaronga ( Pan Negro ) sufren por sus hombres: las madres ven morir a sus hijos jóvenes y cuidan de los nietos,las esposas los encubren y los defienden por amor y deben ceder sus hijos a los vencedores. Los niños educados en este ambiente malsano, engañados y rencorosos reniegan de sus mayores. La ignorancia genera monstruos. La protagonista ha cometido un gran pecado: trabajar toda su vida en una siniestra fábrica, para acabar sola, abandonada, y como dice ella con el deber de taparse la cara antes de morir, porque nadie la va a amortajar.
El formato, la fotografía, el modo de representación e incluso los actores (esta vez con acento catalán, para que no se queje Mr. Healey) son muy convencionales. La verdad es que siendo uno de los directores, ya no tan jóvenes , que triunfa en los Festivales esperaba otra cosa. Como siempre el interés reside en la fuerza de una historia brutal, contada de otra manera, que muestra que, al final, incluso muchos perdedores se corrompieron para sacar a sus hijos de la miseria. Éstos lo pagaron con el desprecio.
Las mujeres de Villaronga ( Pan Negro ) sufren por sus hombres: las madres ven morir a sus hijos jóvenes y cuidan de los nietos,las esposas los encubren y los defienden por amor y deben ceder sus hijos a los vencedores. Los niños educados en este ambiente malsano, engañados y rencorosos reniegan de sus mayores. La ignorancia genera monstruos. La protagonista ha cometido un gran pecado: trabajar toda su vida en una siniestra fábrica, para acabar sola, abandonada, y como dice ella con el deber de taparse la cara antes de morir, porque nadie la va a amortajar.
El formato, la fotografía, el modo de representación e incluso los actores (esta vez con acento catalán, para que no se queje Mr. Healey) son muy convencionales. La verdad es que siendo uno de los directores, ya no tan jóvenes , que triunfa en los Festivales esperaba otra cosa. Como siempre el interés reside en la fuerza de una historia brutal, contada de otra manera, que muestra que, al final, incluso muchos perdedores se corrompieron para sacar a sus hijos de la miseria. Éstos lo pagaron con el desprecio.
Reflexión pedagógica:
Los alumnos, muy mal entendidos por la sociedad, muestran su preocupación y escepticismo cuando los profesores les aconsejamos que se preparen, que se formen, que esta situación no puede durar, que no es sostenible el reinado de los pícaros. A pesar de ello sufren, estudian y se preparan para las PAU, porque un ser humano no es nada sin esperanza.
Ya no nos conformamos con que nos exijan una sociedad del conocimiento y el esfuerzo.¡Qué den ejemplo!
Ya no nos conformamos con que nos exijan una sociedad del conocimiento y el esfuerzo.¡Qué den ejemplo!
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