Este nuevo aniversario de la II República constituye una magnífica oportunidad para citar un artículo de Danièle Bussy Genevois: Mujeres de España: de la República al franquismo.
“El 12 de abril de 1931, las elecciones municipales otorgan a la coalición de republicanos y socialistas una mayoría lo suficientemente amplia como para que el rey Alfonso XIII reconozca el fracaso de su régimen y abandone España. El 14 de abril, en medio del alborozo, se proclama la República. El acontecimiento tendrá enormes consecuencias para la historia de las mujeres españolas. La monarquía de los Borbones había constituído para ellas una época de sometimiento; la Constitución de 1876 produjo la restauración de la alianza de la corona y el altar y restableció el catolicismo como religión de Estado, que se superponía al código civil, heredado del código napoleónico, y al código penal, particularmente represivo, para mantener a las mujeres en la doble dependencia de la Iglesia y de la ley. Los derechos políticos brillaban por su ausencia y la situación cultural, si bien en vías de progreso, era tal que en 1930 todavía registraba el 44,4 por 100 de mujeres analfabetas. En 1923, la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, tras un golpe de estado alentado por el propio rey, había instituído dos novedades: por una parte, un decreto de 1924 había concedido, únicamente a las mujeres que fueran cabeza de familia, una cierta forma de derecho de voto a nivel municipal, que se inspiraba en el modelo de la Italia de Mussolini; por otra parte, el dictador había decidido integrar algunas mujeres en la Asamblea Consultiva; pero la caída del dictador en enero de 1930 había provocado un retorno al statu quo previo.
Pero, entonces, ¿ puede la República española proponer a las mujeres reformas que sitúen al país en la vanguardia de las democracias parlamentarias? Ya a partir de 1931, las mujeres obtienen el derecho al sufragio, en un país que se ha mantenido neutral durante la guerra de 1914-1918, en tanto que las francesas chocan con la negativa del Senado a ratificar las decisiones adoptadas por la Asamblea Nacional , en homenaje a los combatientes… Tras semejantes progresos, ¿ cómo el golpe de estado de 1936, producido por los generales contra la República legalmente constituída, podía significar para ellas el retorno al “ cuarto de los niños, el único lugar para una mujer”( Fuero del Trabajo, 1938)?
Más allá de las seductoras y falsas imágenes femeninas que Europa proyecta sobre España- una Carmen fatal, en el siglo XIX- o que de ésta recibe- la Regenta de Clarín, desgarrada entre el amor o la religión-, más allá de las mujeres reales elevadas a la categoría de mitos en función de las ideologías- una Dolores Ibárruri, la “Pasionaria” comunista; una Federica Montseny, ministra anarquista-, es preciso seguir a las mujeres españolas por esos caminos, primero de exaltación y luego terribles que las conducen de la liberalización a la nacionalización..."
“El 12 de abril de 1931, las elecciones municipales otorgan a la coalición de republicanos y socialistas una mayoría lo suficientemente amplia como para que el rey Alfonso XIII reconozca el fracaso de su régimen y abandone España. El 14 de abril, en medio del alborozo, se proclama la República. El acontecimiento tendrá enormes consecuencias para la historia de las mujeres españolas. La monarquía de los Borbones había constituído para ellas una época de sometimiento; la Constitución de 1876 produjo la restauración de la alianza de la corona y el altar y restableció el catolicismo como religión de Estado, que se superponía al código civil, heredado del código napoleónico, y al código penal, particularmente represivo, para mantener a las mujeres en la doble dependencia de la Iglesia y de la ley. Los derechos políticos brillaban por su ausencia y la situación cultural, si bien en vías de progreso, era tal que en 1930 todavía registraba el 44,4 por 100 de mujeres analfabetas. En 1923, la dictadura del general Miguel Primo de Rivera, tras un golpe de estado alentado por el propio rey, había instituído dos novedades: por una parte, un decreto de 1924 había concedido, únicamente a las mujeres que fueran cabeza de familia, una cierta forma de derecho de voto a nivel municipal, que se inspiraba en el modelo de la Italia de Mussolini; por otra parte, el dictador había decidido integrar algunas mujeres en la Asamblea Consultiva; pero la caída del dictador en enero de 1930 había provocado un retorno al statu quo previo.
Pero, entonces, ¿ puede la República española proponer a las mujeres reformas que sitúen al país en la vanguardia de las democracias parlamentarias? Ya a partir de 1931, las mujeres obtienen el derecho al sufragio, en un país que se ha mantenido neutral durante la guerra de 1914-1918, en tanto que las francesas chocan con la negativa del Senado a ratificar las decisiones adoptadas por la Asamblea Nacional , en homenaje a los combatientes… Tras semejantes progresos, ¿ cómo el golpe de estado de 1936, producido por los generales contra la República legalmente constituída, podía significar para ellas el retorno al “ cuarto de los niños, el único lugar para una mujer”( Fuero del Trabajo, 1938)?
Más allá de las seductoras y falsas imágenes femeninas que Europa proyecta sobre España- una Carmen fatal, en el siglo XIX- o que de ésta recibe- la Regenta de Clarín, desgarrada entre el amor o la religión-, más allá de las mujeres reales elevadas a la categoría de mitos en función de las ideologías- una Dolores Ibárruri, la “Pasionaria” comunista; una Federica Montseny, ministra anarquista-, es preciso seguir a las mujeres españolas por esos caminos, primero de exaltación y luego terribles que las conducen de la liberalización a la nacionalización..."
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