Carlos Saura es un buen ejemplo de cómo se puede ser más joven que muchos jóvenes, cuando uno se acerca a una edad octogenaria, conservando toda su fuerza creativa y crítica frente a los tiempos que le toca vivir.
Ayer inauguró el Festival de Cine de Málaga con su filme Io, Don Giovanni, hablada en italiano y alemán. En una rueda de prensa afirmó que falta una película española sobre la corrupción, que es abordada con naturalidad en otros países europeos o en EE.UU. Tras un viaje muy fructífero a Roma hemos sentido el mensaje de Amenabar en Ágora, cuando su cámara se alejaba de la tierra y nos hacía sentir la pequeñez de las controversias que rasgan nuestro pequeño mundo; tras ver a los italianos inmersos en sus problemas y las carreras por el Quirinale de Napolitano o del Presidente del gobierno Silvio Berlusconi, abrumado por los enfrentamientos en su propia coalición, al regreso a España nos encontramos con los domésticos; pero todos giran en torno a la misma cuestión: la lucha por el poder. No obstante el cine italiano es prolijo en producciones que tratan de la corrupción y sus principales actores.
Tiene razón Saura cuando señala que ésta es una carencia española, presente en países con más tradición democrática, no por ello exentos de problemas. El cine llega allí donde la prensa, por intereses económicos, no es capaz de hacerlo.
Ayer inauguró el Festival de Cine de Málaga con su filme Io, Don Giovanni, hablada en italiano y alemán. En una rueda de prensa afirmó que falta una película española sobre la corrupción, que es abordada con naturalidad en otros países europeos o en EE.UU. Tras un viaje muy fructífero a Roma hemos sentido el mensaje de Amenabar en Ágora, cuando su cámara se alejaba de la tierra y nos hacía sentir la pequeñez de las controversias que rasgan nuestro pequeño mundo; tras ver a los italianos inmersos en sus problemas y las carreras por el Quirinale de Napolitano o del Presidente del gobierno Silvio Berlusconi, abrumado por los enfrentamientos en su propia coalición, al regreso a España nos encontramos con los domésticos; pero todos giran en torno a la misma cuestión: la lucha por el poder. No obstante el cine italiano es prolijo en producciones que tratan de la corrupción y sus principales actores.
Tiene razón Saura cuando señala que ésta es una carencia española, presente en países con más tradición democrática, no por ello exentos de problemas. El cine llega allí donde la prensa, por intereses económicos, no es capaz de hacerlo.
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