dilluns, 28 de desembre del 2009

Aún quedan muchos muros por derribar


http://www.youtube.com/watch?v=m7Qmgn8sfMM
"El País Semanal", de 15 de diciembre de 2009, publica un artículo de Pablo Guimón, con el título "Con sueños y sin país" en el que nos habla de dos niñas: Joana, kurda de 11 años, y Niamet, niña palestina de la misma edad. Forman parte de ese ejército de niños, de los que es mejor no hablar para no desestabilizar al viejo mundo, que nacieron y viven en un campo de refugiados: Chatila, fundado hace 60 años a las afueras de Beirut. "No tienen nacionalidad, pero ambas, cada una a su manera, sueñan con un futuro mejor para ellas y para sus semejantes".
Niamet sueña con volver a Palestina, lugar que nunca ha pisado y que de sus ascendientes sólo conoce su abuelo, que les ha contado cómo tuvo que huir y viajar días y días. Esta historia ha marcado a la pequeña, que realiza dibujos inquietantes, en los que sea cual sea el tema siempre está la bandera de Palestina.
"Cerca de 18.000 personas viven hacinadas en este caos de un kilómetro cuadrado construido en 1949 para 3.000 habitantes". Han sufrido matanzas y hoy es un profundo pozo de miseria, sin alcantarillado, con apenas cinco horas al día de electricidad, racionamiento de agua. Niamet ha tenido que dejar la escuela para cuidar a su madre enferma. Según Pablo Guimón no queda en ella rastro de inocencia y siempre responde con actitud militante a la pregunta más inofensiva que se le haga.
Sueña con viajar a Turquía, de la que su madre, separada de un padre alcohólico, le cuenta cosas maravillosas, o a América, donde viven unos tíos suyos. Sólo le falta una cosa no pequeña: el pasaporte. Recuerdo la historia de Elia Kazán en "America, América", sueño de muchos turcos.
Lanza un mensaje a los niños del mundo: le gustaría tener superpoderes para que le dijeran quién es bueno y quién es malo, y le permitieran quitar a la gente mala de la Tierra. ¡Es una niña!, pero hay vidas que dificilmente pueden ser consideradas tales.
Mientras, los ricos de los países ricos miran hacia otra parte; estos países también tienen pobres que sufren en barrios marginales e incluso en la calle. Pero son imágenes de niños absolutamente desacralizadas por las televisiones y provocan escasas emociones en la gente, si acaso disgusto, ya que les recuerdan que no es imposible caer en la pobreza cuando sólo se tiene la fuerza del trabajo para subsistir.

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