Femme Fatale es un filme noir de marcado carácter femenino, en el que la mujer fatal se convierte en la heroína, capaz de burlar a los peligrosos matones y quedarse con el botín. Su socia en el plan para burlar al grupo de mafiosos es otra mujer. En las primeras imágenes del film se contrapone en un fundido la imagen de la femme fatale interpretada por Barbara Stanwyck, con la moderna, indepediente y adicta Lauren (Rebecca Romun-Stamos). La operación tiene como fondo el Festival de Cannes, en el que se proyecta el film Este-Oeste de Regis Wargnier, que se interpreta a sí mismo, en un brillante homenaje del cineasta americano al certamen francés y al director de Indochina.
El espectador es víctima de un engaño, que posteriormente se desvelará, y atrapado por las seductoras imágenes lésbicas de Lauren y la actriz Sandrine Bonnaire portadora de la joya, una serpiente de oro y brillantes que apenas le cubre sus atributos sexuales, objeto del robo. La mujer representa el leitmotif del espectáculo erótico, connota sermiradaidad (tobelookdatnees), como objeto erótico de los personajes de la historia que se desarrolla en la pantalla ( seducción de los trabajadores de las bambalinas del Festival, y de Nicolás Bardo, el fotógrafo) y del espectador en la sala. El dispositivo de la showgirl permite, según Laura Mulvey, la unificación de las dos miradas, sin ruptura aparente de la diégesis, y el impacto sexual de la mujer sitúa el film en un no man's land fuera de su espacio y tiempo. Partes del cuerpo fragmentadas, (piernas bellísimas proyectadas a cámara lenta) con calidad de recortable o icono, rompen la ilusión de profundidad o la verosimilitud.
El espectador se identifica con la principal figura masculina, el fotógrafo encarnado por Antonio Banderas, exento de objetivación sexual, que representa la scoptofilia fetichista y el voyeurismo, que para ganarse la confianza de la mujer finge ser gay. Es muy significativo el streptease de Lauren para provocar el enfrentamiento de los dos hombres que la 'miran'.
Lo onírico y lo real se confunden en una trama en la que Lauren o la suicida Lily , cuyo parecido es espectacular, seduce en el avión que parte de París al al embajador de los Estados Unidos, Bruce Hewitt Watts. Ambas se encaminan por caminos diferentes, en busca de su redención. La luz del sol, paradójicamente, favorecerá que se eternice la oscuridad; gran engular que enmarca el rostro de Lauren sobre el fondo de la secuencia del robo, mientras un cartel muestra a la actriz 'vestida' con la joya.
Alternancia de secuencias mediante pantallas partidas, cortes directos y otros recursos para alternar espacio y tiempo y fragmentación de los cuerpos femeninos construyen una diégesis en la que lo más importante es recrear a la femme fatale, dotada de una belleza excepcional, que desata el drama de sus camaradas masculinos. Brian de Palma crea un icono femenino , lejos del naturalismo de James Cain, con algo de cover-girl o mujer-pantera, criatura que pertenece al ámbito del sueño erótico, de magnetismo felino (imagen del gato saboteador tomado con cámara de visión nocturna). Diosas o diablesas de manual.
Influencia de Hitchcock en ciertos planos cenitales, de detalle con pañuelos y pistolas y en alguna caracterización de Lauren. Una versión actualizada del Bolero de Ravel emblematiza a la Mujer 10.
El espectador es víctima de un engaño, que posteriormente se desvelará, y atrapado por las seductoras imágenes lésbicas de Lauren y la actriz Sandrine Bonnaire portadora de la joya, una serpiente de oro y brillantes que apenas le cubre sus atributos sexuales, objeto del robo. La mujer representa el leitmotif del espectáculo erótico, connota sermiradaidad (tobelookdatnees), como objeto erótico de los personajes de la historia que se desarrolla en la pantalla ( seducción de los trabajadores de las bambalinas del Festival, y de Nicolás Bardo, el fotógrafo) y del espectador en la sala. El dispositivo de la showgirl permite, según Laura Mulvey, la unificación de las dos miradas, sin ruptura aparente de la diégesis, y el impacto sexual de la mujer sitúa el film en un no man's land fuera de su espacio y tiempo. Partes del cuerpo fragmentadas, (piernas bellísimas proyectadas a cámara lenta) con calidad de recortable o icono, rompen la ilusión de profundidad o la verosimilitud.
El espectador se identifica con la principal figura masculina, el fotógrafo encarnado por Antonio Banderas, exento de objetivación sexual, que representa la scoptofilia fetichista y el voyeurismo, que para ganarse la confianza de la mujer finge ser gay. Es muy significativo el streptease de Lauren para provocar el enfrentamiento de los dos hombres que la 'miran'.
Lo onírico y lo real se confunden en una trama en la que Lauren o la suicida Lily , cuyo parecido es espectacular, seduce en el avión que parte de París al al embajador de los Estados Unidos, Bruce Hewitt Watts. Ambas se encaminan por caminos diferentes, en busca de su redención. La luz del sol, paradójicamente, favorecerá que se eternice la oscuridad; gran engular que enmarca el rostro de Lauren sobre el fondo de la secuencia del robo, mientras un cartel muestra a la actriz 'vestida' con la joya.
Alternancia de secuencias mediante pantallas partidas, cortes directos y otros recursos para alternar espacio y tiempo y fragmentación de los cuerpos femeninos construyen una diégesis en la que lo más importante es recrear a la femme fatale, dotada de una belleza excepcional, que desata el drama de sus camaradas masculinos. Brian de Palma crea un icono femenino , lejos del naturalismo de James Cain, con algo de cover-girl o mujer-pantera, criatura que pertenece al ámbito del sueño erótico, de magnetismo felino (imagen del gato saboteador tomado con cámara de visión nocturna). Diosas o diablesas de manual.
Influencia de Hitchcock en ciertos planos cenitales, de detalle con pañuelos y pistolas y en alguna caracterización de Lauren. Una versión actualizada del Bolero de Ravel emblematiza a la Mujer 10.
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